Por Berit Knudsen
El interminable conflicto entre Israel y Hamas experimenta una peligrosa evolución con dificultades para el Alto al Fuego que los civiles demandan. Pero la presencia de agitadores externos en universidades de Estados Unidos y el mundo alerta a las autoridades. Convocatorias en supuesto apoyo a la «liberación de Palestina» son escenario de enfrentamientos y tensiones, destacando la presencia de sediciosos que no son estudiantes, ni manifestantes pacíficos. Ello genera tensión, división y odio indiscriminado, motivaciones lideradas por la posible influencia de grupos extremistas.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, destacó la presencia de agitadores radicales, según informes de inteligencia, muchos de los cuales no eran estudiantes, grave influencia que solo promueve el odio, división y un antisemitismo que se multiplica.
Existe un derecho legítimo a la protesta, sin embargo, la identificación de agitadores profesionales no vinculados a las propias comunidades destaca los peligros de una agenda que propicia agresiones, actos delictivos y también muertes. Esta fiebre colectiva ha activa a su vez a los llamados “Lobos solitarios” –sujetos radicalizados que actúan en forma independiente sin afiliación a organizaciones terroristas– con ataques aislados.
En este contexto, es importante analizar los antecedentes y las perspectivas de ambas partes en el conflicto israelí-hamas. Palestina reclama con justicia cuestiones como los asentamientos judíos en su territorio, punto de discordia constante en Cisjordania y Jerusalén donde Israel ignora las resoluciones de la ONU que los consideran ilegales según el derecho internacional. Las tensiones se ven exacerbadas con el control territorial y agresiones de los colonos, dificultando la demarcación de fronteras para la creación del Estado palestino.
Las diferencias políticas entre Fatah y Hamas debilitan la posición palestina para acuerdos de paz. Mientras Fatah aboga por negociaciones y la coexistencia con Israel, Hamas rechaza el derecho de Israel a existir, propiciando la resistencia armada. Esta falta de unidad palestina dificulta una representación coherente en las negociaciones, perpetuando la violencia y división interna.
Israel reclama soberanía sobre Jerusalén como capital indivisible, mientras los palestinos exigen que Jerusalén sea la capital de su futuro Estado, disputa con profundas divisiones políticas y religiosas, perpetuando el conflicto por décadas.
Por otro lado, Israel enfrenta presiones internas y externas para resolver temas de seguridad y eludir los ataques perpetrados por Irán, Hezbollah, Hamas, Guardia Islámica de Irak y los Huties entre otros. La amenaza existencial y necesidad de proteger a los ciudadanos israelíes influye en las políticas de seguridad y defensa como cuestión de Estado.
El mundo confunde la diferencia entre el pueblo de Israel como Nación con las acciones de su gobierno, poniendo en peligro a la comunidad global israelí que es atacada por un antisemitismo radical. En última instancia, son los civiles en ambas partes del conflicto quienes sufren las consecuencias de la violencia y falta de soluciones. Los ataques indiscriminados y pérdida de vidas humanas, niños incluidos, son hechos inaceptables, subrayando la urgencia de encontrar soluciones pacíficas y duraderas.
Alcanzar la Paz en Oriente Medio requiere un compromiso genuino de las partes, apoyo de la comunidad internacional y un enfoque integral sobre las causas subyacentes de un conflicto donde la violencia es la constante. El odio y enfrentamientos propiciados por grupos radicales no contribuyen a lograr soluciones, por el contrario, perpetúan y acentúan las rivalidades. Solo mediante el diálogo, negociación y respeto mutuo será posible alcanzar una solución que garantice la seguridad y prosperidad para Oriente Medio y el mundo.
(*) Politóloga y comunicadora