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Por Antero Flores-Araoz / Más que coincidencias

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Por Antero Flores-Araoz

Un buen amigo, asiduo lector de Ayn Rand, cuyo nombre real es Alissa Zinovievia, escritora y filósofa estadounidense, aunque nacida en San Petersburgo y fallecida hace 40 años en Nueva York, me pasó una frase de su autoría que me pareció más que interesante.

La frase en cuestión dice “Cuando adviertas que para producir, necesitas obtener autorización de quienes no producen nada.

Cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no negocian con bienes sino con favores.

Cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y, que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti.

Cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio; entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”

Al leerla y releerla, encontré mucho parecido a lo que desde hace un tiempo desmotiva a muchos compatriotas de bien que, teniendo capitales, muchos o pocos, quieren iniciar emprendimientos, los que lógicamente demandan trabajo y los puestos que ofertan ayudarán al bienestar de los favorecidos por ellos.

Nuestro país es pródigo en procedimientos, trámites, autorizaciones, licencias y permisos, muchas veces repetitivos y sin sustento lógico, creados en diversidad de ocasiones por burócratas que nunca emprendieron ningún negocio, pero tienen el prurito de hacerle la vida a cuadritos a los que desean desarrollar al Perú con su esfuerzo y empeño. Solo diremos cuánta razón tenía Ayn Rand.

El tarjetazo, el mensaje por correo electrónico o WhatsApp, la llamada telefónica y otros medios similares, son vehículos para obtener empleos y licencias del Estado, aunque sin merecerlos. Sigue teniendo la razón Ayn Rand.

Cuando para resolver un trámite o pedido a cargo de cualquier repartición estatal, ú ofreces comisión o te la exigen, se amplía la corruptela, se comete delito y se desmotiva a los que quieren hacer las cosas en regla, por propio mérito y no por las llamadas coimas. De nuevo la acierta el sentido crítico de Ayn Rand.

Cuando a diestra y siniestra compruebas que quienes actúan fuera de la ley se enriquecen, sea por favores indebidos o por corrupción, y no por el trabajo intenso y honesto, te rebelas ante la injusticia, pero ello de poco o nada sirve. Indiscutiblemente prosigue Ayn Rand con su acertada percepción.

Cuando la corrupción campea por todo lado y a todo nivel, sin que los llamados a impedirla o sancionarla, cumplan con sus obligaciones y a tiempo, comprenderán, como lo dijera Ayn Rand, que la sociedad está condenada.

Todo lo expresado nos tiene que motivar a cambios profundos para que los ciudadanos recobren confianza en el Estado y en sus autoridades, pero para ello tendrán también que hacer su mea culpa, pues si eligieron a autoridades indeseables, quizás hasta prontuariadas y con pésimos antecedentes, han contribuido a la deplorable situación descrita. No cometan nuevamente errores, pues el país y la población la pagan a altísimo costo.

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