Luis De Stefano Beltrán, PhD (*) y Ernesto Bustamante, PhD (**)
Durante los últimos 25 años las campañas de centenas de ONG pseudo ambientalistas en favor de la agricultura orgánica en el mundo se han convertido en una suerte de cruzada casi evangelizadora que nos promete una marcha de dimensiones bíblicas hacia la tierra prometida de la agricultura ancestral sostenible.
La demonización de los trabajos y propuestas de Norman Borlaug, el padre de la llamada Revolución Verde es pan de cada día en las redes sociales y en todos los foros donde las ONG pseudo ambientalistas tienen la iniciativa. Es necesario precisar que la satanización de la base misma de la agricultura moderna convencional (no la que es GM) ocurre con desparpajo y sin cuestionamiento por parte de los medios, la academia o el mismo gobierno a través del MIDAGRI. Las razones para esa suerte de “síndrome de abstinencia intelectual” merecerán una columna aparte.
La mayor desinformación y engaño con respecto a la agricultura moderna se denota en su satanización por la utilización de agroquímicos y pesticidas sintéticos. Existe la falsa creencia de que “todo lo natural es inocuo”. Ya no sorprende escuchar a personalidades hablar de la agricultura orgánica como si fuese la panacea y cura de todos los males, diciendo: “Si realmente te importa la salud de tus hijos debes comprar orgánico”, “no consumas nada que haya sido tratado con agroquímicos”, “yo no como nada con químicos”, etc. Periódicamente algunas ONG nos presentan informes sobre los niveles de pesticidas en verduras o frutas comercializadas en mercados locales. Pero estos reportes son exagerados, sacados de contexto y argumentan falacias. No nos dicen que los cultivos orgánicos usan químicos y pesticidas también. Y, lo que es peor, nos asustan mostrando que nuestras frutas y verduras tienen niveles de residuos de pesticidas que están, por ejemplo, 200% o más por encima de los Límites Máximos de Residuos (LMR).
Los LMR, se expresan en miligramos (mg) de pesticida por kilogramo (kg) de producto, digamos un kg de tomate o manzana. No obstante, no nos dicen que esos límites en realidad no son indicadores de seguridad o daño a nuestra salud. Los LMR solo sirven y están diseñados para medir qué tan bien el agricultor ha manejado el pesticida según las indicaciones del fabricante. Punto. No tienen nada que ver con la seguridad del consumidor.
Lo que verdaderamente podría darnos una idea de seguridad es la Ingesta Diaria Admisible (IDA), que es expresada en mg de pesticida/kg de peso de la persona/día. El IDA se refiere a la cantidad de un pesticida que una persona podría ingerir diariamente durante toda su vida sin riesgo apreciable para su salud. Los niveles de IDA, por maximizar la seguridad, se establecen a niveles 100 veces más bajos de aquellos en los que recién se apreciarían los primeros efectos biológicos.
Analicemos esto con un ejemplo. Supongamos que un determinado pesticida tiene un LMR de 1 mg/kg y un IDA de 0.01 mg/kg de peso de una persona/día. Ahora, imaginemos que un reporte nos dice que se encontró un nivel de 500% de ese pesticida por encima del LMR: es decir 6 mg/kg de tomate. Eso asusta. Pero analicemos. Para una persona de 60 kilos que consuma diariamente 0.2 kilos de tomate durante toda su vida (un absurdo improbable) su ingesta será de 1.2 mg dividido por 60 kg, es decir 0.02 mg; o sea, apenas dos veces el IDA del pesticida. ¿Debe asustarse esa persona? De ninguna manera, pues sabemos que el IDA se establece a niveles 100 veces más bajos de aquellos en los que se apreciarían los primeros efectos biológicos. Multipliquemos el valor IDA del pesticida, 0.01, por 100 y tenemos 1 mg/kg de la persona/día; es decir, 50 veces más alto que la ingesta diaria de 0.02 de la persona del ejemplo. Por ello, las cosas no son como algunos nos las quieren presentar, interesada y exageradamente. Los medios tampoco nos cuentan la historia completa.
La verdad es que los productos químicos agrícolas deberán seguir siendo insumos fundamentales para sostener una productividad efectiva de alimentos a nivel global. Aproximadamente la mitad de la población mundial depende del aumento creciente de la producción agrícola gracias a los fertilizantes sintéticos y pesticidas modernos. Es contraproducente asustar a la población peruana mostrando falazmente ‘contaminación’ por el uso de la agricultura moderna convencional de alto rendimiento, con la intención de promover el uso de un modo de cultivo antieconómico y que invoca equivocadamente lo ‘ancestral’ y ‘orgánico’ como prioritario. La seguridad alimentaria debe ir primero. El MIDAGRI debe ser un ministerio de desarrollo agrario y no de atraso agrícola.
Sería tranquilizante ver que cuando ocurra un aumento de los precios internacionales de los fertilizantes, los especialistas del MIDAGRI manifiesten su genuina preocupación por una posible escasez de alimentos en los siguientes meses si no se asegura su normal abastecimiento. Ello sería un reconocimiento tácito de la importancia de los fertilizantes sintéticos para nuestra agricultura. Aunque estaría por verse si ello significaría descartar la irreal propuesta de una agricultura familiar 100% orgánica o ‘ancestral’ para el Perú. Mientras tanto, esperemos que el gobierno haga lo que deba hacer para garantizar que nuestros agricultores tengan siempre acceso a sus insumos químicos, fertilizantes y pesticidas.
(*) Biólogo Molecular de Plantas y Profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República