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Por Abdelali El Barouki / El Fallo del tribunal de Justicia de la UE: un receso con premeditación

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Abdelali El Barouki

El reciente fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) acerca de los dos acuerdos de pesca y de agricultura firmados entre la UE y el Reino de Marruecos provocó muchas reacciones y ha visto correr ríos de tinta en los últimos días. Un fallo considerado por muchos especialistas como incongruente, infundado e incluso, jurídicamente, inacertado. El TJUE ha considerado que los dos acuerdos son “ilegales” porque se celebraron sin el “consentimiento del pueblo del Sáhara occidental”, que esta zona está todavía en litigio en las NNUU y que no “están bajo soberanía marroquí y que la parte que debe normalmente beneficiar de estos acuerdos es el “pueblo sahrauí” a través del “Frente Polisario que es el único representante de este pueblo”. Un discurso harto consumido que se reitera cada vez que se plantea la cooperación de Marruecos con la UE, específicamente, en agricultura y en pesca. Pero, el convenio que más polémica ha provocado es el de pesca, porque el de la agricultura sólo se ha planteado en los últimos diez años gracias a la gran evolución que promocionó Marruecos en sus provincias del sur consideradas por el TJUE como “Sáhara Occidental”, mientras que el Frente Polisario quien presentó el recurso de anulación ante dicho tribunal está en  los campamentos de Tinduf en Argelia, que apoya todo el aparato propagandista del Polisario.

Los debates en relación con los acuerdos que Marruecos ha negociado con España en un primer tiempo (siendo España el primer país que beneficia de los acuerdos de pesca), luego con la CEE y, finalmente con la UE, hicieron uso de este discurso; pero, en las últimas décadas, todas las partes pasaron por alto toda referencia a este espacio en tanto que zona de conflicto, especialmente desde el acuerdo firmado en 2005. Por eso, podemos calificar el discurso utilizado por el TJUE de remoto y no sigue el desarrollo que han conocido las relaciones del Reino de Marruecos con la UE, y anteriormente con España, en un asunto heredado por la CEE desde la adhesión de España en 1986.

Cuando se debatían los acuerdos en el seno de la instituciones españolas, se utilizaban discursos con referentes ideológicos y partidistas diferentes, pero terminaban siempre obedeciendo a la lógica de los intereses generales y al afán de desarrollar y mejorar las relaciones con Marruecos.

En los años 70 del siglo pasado, después de la firma del Aucerdo Tripartito entre Marruecos, España y Maurtitania, cuando el apoyo a los separatistas (recién aparecidos en la escena), se debía a la simpatía ideológica, los izquierdistas rehusaban del todo la firma de cualquier acuerdo de pesca con Marruecos en las aguas atlánticas del Sáhara marroquí porque contradice el principio de la “Soberanía del pueblo saharauí” y el Polisario amenazaba a los pescadores españoles en las aguas atlánticas. Fue cuando Marcelino Oreja Aguirre, entonces Ministro de Asuntos Exteriores español, de la Unión de Centro Democrático, en el Gobierno de Adolfo Suárez, intervino en el Congreso sentenciando que España “ no reconoce al Frente Polisario como único representante legal de la población sahrauí y no teme las amenazas a sus pescadores porque sabrá cómo responder a cualquier ataque”.

El mismo discurso de la derecha española lo va a reutilizar la izquierda, aunque de forma dieferente, cuando los socialistas subieron al poder, porque consiguieron detectar el mensaje del Rey Hassan II, que en paz descanse, cuando declaró en una entrevista que: “pensaba que después del Acuerdo de Madrid, las relaciones entre Madrid y Rabat cocnocerán una verdadera cooperación fraternal, una cooperación objetiva entre socios. Pero no ocurrió como esperábamos el Rey Juan Carlos y yo”. Por eso, en 1983, defendiendo el acuerdo de pesca que firmó el gobierno de Felipe González con el Reino de Marruecos Medina Ortega, representante del Grupo Parlamentario Socialista en las Cortes afirma que: ahora no tenemos una situación colonial en la cual el Gobierno español pueda imponer a una potencia colonizada la explotación de sus recursos. Dicho de otra forma: Hemos sido frontera económica de la colonización, hemos tenido enfrente unos pueblos a los que hemos tratado en condiciones injustas, a los que hemos explotado tradicionalmente, y ahora por primera vez tenemos pueblos independientes y soberanos.

Así fue el discurso político relacionado con la cuestión del Sáhara marroquí en los años ochenta del siglo pasado, con una izquierda española estaba en pleno rigor y simpatía ideológica, y en un tiempo en que Marruecos estaba iniciando sus relaciones exteriores con los gobiernos de la post transición democrática española, tras el acuerdo Tripartito y la Marcha Verde; mientras ahora, a finales del primer cuarto del siglo veintiuno, después de que las relaciones marroquíes con los europeos ya han traspasado etapas en que Marruecos se convirtió en socio avanzado del UE, después de que Marruecos haya avanzado mucho en la cuestión del Sáhara, tanto con la iniciativa de autonomía, con la regionalización avanzada; en un momento en que los verdaderos sahrauíes representan sus comunas, sus provincias y sus regiones; en un momento en que, a nivel de la comunicación exterior, su Majestad el Rey Mohammed VII ha dejado claro que “la cuestión del Sáhara es el anteojo a través del cual Marruecos ve el Mundo y es el criterio claro y simple, y con el que mide la sinceridad de las amistades y la eficacia de los pertenariados” y en un momento en que muchos países europeos han considerado la iniciativa marroquí como una base seria, realista y creíble, nos sale el TJUE con un fallo que refleja, intencionadamente o no, la ignorancia que reina en muchas instituciones que trituran discurso remotos e incongruentes.

Me viene a la memoria una declaración de su Majestad el Rey Mohammed VI, entonces príncipe, durante su visita a España por invitación del entonces Príncipe de España Felipe, sobre las relaciones con le UE cuando dijo que este último no debe considerarse como un “castillo” económico cerrado ante los países terceros, y que “ en vez de intentar cada vez mitigar el ambiente ante los obstáculos de la cooperación, debemos hacer uso de nuestra imaginación y creatividad”.

¿Acaso encontraría la UE otras formas creativas que puedan estar al nivel de la cooperación estratégica que Marruecos ha venido contruyendo con toda seriedad, claridad y ambición desde 1976?

(*) Diputado marroquí y profesor universitario

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