Por Antero Flores-Araoz
En esta columna me voy a referir a la insistencia de candidatos a presidir clubes sociales, en búsqueda, sea que suscribas y avales su postulación, sea que asistas a la elección depositando el voto por ellos.
Sin duda alguna, es legítimo que quien aspira a presidir algún club social, por tener las credenciales para ello, cumplir los requisitos estatutarios y además la mística de servicio a sus coasociados, soliciten que otros socios -como ordinariamente se llama a los asociados- apoyen la postulación y en su momento estampen y depositen su voto a favor de la lista en la que postulan.
Lo que deja de ser legítimo, es que te abrumen todos los días y varias veces al día con sus mensajes, exposiciones, propuestas y pedidos de acompañamiento con el voto. Absolutamente entendible que los candidatos soliciten el voto a sus colegas de club, más no la insistencia reiterativa.
Como añejo refrán señala, refiriéndose a las velas e iluminación: «ni tan cerca que queme al santo, pero ni tan lejos que no lo alumbre.». Prudencia es lo requerido, pues la demasía torna intolerable la agresión a través de correos regulares, llamadas telefónicas, envío de correos electrónico, WhatsApps y otros medios digitales de difusión.
La agresión publicitaria a favor de las candidaturas a presidir clubes sociales, lejos de generar simpatía logran exactamente lo contrario y que, en los círculos más cercanos al asociado, el socio receptor de los excesivos mensajes se refiera a los emitentes de ellos como ¡qué chinches!, que es una expresión antiquísima que era utilizada in illo tempore desde nuestros ancestros. También que se piense en voz alta ¿qué pretenderá?, ¿qué beneficios recibirá por ser presidente?, y la respuesta que con más frecuencia se dará es: «algo escondido tiene que existir».
Algunas veces no es necesariamente el candidato a la presidencia del club el que hace las llamadas o envía los mensajes, sino que tiene a un grupo de personas afines a su candidatura que hacen dicha tarea, pero que al ser repetitivamente agresivos con los anuncios y pedidos, en lugar de obtener la simpatía de los demás asociados, consigue todo lo contrario e incluso que no voten por el titular del cargamontón sino por algún otro candidato menos «intenso» o, simplemente deje de asistir al acto de sufragio.
Lógicamente a quienes más disgustan los excesos a que hemos hecho referencia, son a los asociados que no concurren con frecuencia a las instalaciones del club social y, si lo hacen, es muy de vez en cuanto.
No es intención del autor de esta nota incordiar a nadie y menos insinuar intenciones equívocas, pero si señalar lo dicho para que en el futuro no se abuse de los pedidos, anuncios, plataformas de campaña, ofrecimientos y tantos otros mensajes, que insistimos, lejos de conseguir simpatías el resultado es totalmente adverso.