Por Antero Flores-Araoz
Hay personas y lo peor que también autoridades, que consideran que los empresarios tienen todos los defectos del famoso personaje bíblico Epulón, esto es: soberbio, egoísta, intransigente, falto de solidaridad, que amasa fortuna sin reconocer la contribución de quienes lo ayudan, y muchísimos defectos más y, por supuesto sin ninguna intención de corregirse.
No dudamos que algunos lo han sido y otros también hoy en día lo son, como que también personas olvidadas por la fortuna tienen otros muchos defectos.
Sin embargo, gran parte del empresariado no tiene nada de Epulón y es bueno resaltarlo, con virtudes como por ejemplo arriesgar sus capitales y patrimonio en emprendimientos, los que generan trabajo, reducen la pobreza, construyen el camino al desarrollo, bienestar y prosperidad, pero al mismo tiempo contribuyen al sostenimiento del Estado con sus impuestos.
En efecto, con los impuestos y contribuciones se solventa la empleocracia pública, las retribuciones y pensiones de maestros, soldados, policías, médicos, enfermeras, a la seguridad externa e interna, la salud y educación públicas, la infraestructura como son calles, caminos, puentes, puertos, aeropuertos, embalses, canales de regadío y así podríamos seguir con el relato hasta el cansancio.
Cuando el emprendimiento es exitoso, evidentemente el empresario que invirtió sus capitales y los arriesgó, pues siempre hay riesgo en las aventuras empresariales, recibirá beneficios y cuantos más beneficios reciba también contribuirá en mayor medida al sostenimiento del Estado, y a hacer participar en las utilidades a los colaboradores elevándoles el nivel de vida.
Si por el contrario fracasa la actividad empresarial asumida, quien fracasa, pierde el capital invertido e incluso los bienes personales con los que garantizó los préstamos bancarios para el emprendimiento, es únicamente el empresario, dado que sus colaboradores tienen depositada en entidad financiera sus compensaciones por tiempo de servicios y podrá aplicar a otros empleos.
Siendo el empresariado, que forma parte de la actividad privada, quien es el mayor colaborador para que la economía se mueva, las personas trabajen y el Estado funcione, muchísimas veces no solo no es entendido sino además criticado y señalado de no tener sentimientos, de ser frío y calculador y carente de solidaridad con su personal. Por cierto, los mayores ataquen se reciben desde los escritorios de los gobernantes que, en adición al señalamiento y críticas, disponen más y más requisitos para los emprendimientos, más trámites (larguísimos por cierto) y mal trato a los administrados.
Entiendan de una vez por todas quienes en alguna medida representan al Estado, que sin empresariado que arriesga sus capitales para hacer patria, no es factible el crecimiento, el desarrollo y el bienestar de la población. Ténganlo muy en cuenta, que a quien se tiene que facilitar las cosas para que hagan empresa, es al inversor y si este último no tiene confianza en el Estado, simplemente cierra la billetera y chequera para llevarlas a otras latitudes donde es bien recibido y apreciado.