ÁNTERO FLORES-ARAOZ
El lema que constituye el título de esta breve columna, no le pertenece al autor de ella, sino que fue el título del mensaje previo a las Fiestas Patrias del arzobispo de Lima, en su homilía del pasado domingo 21 de julio. ¡Corta frase, pero de mucho contenido!
El lema en cuestión probablemente tenga como antecedente el de “Firme y feliz por la unión”, el que por muchísimas décadas encabezó al diario oficial “El Peruano”, que se edita por el Estado los 365 días del año.
“Firme y feliz por la unión”, no solamente estuvo en nuestro diario oficial que principalmente contiene la gaceta jurídica, sino también en la moneda de oro de ocho escudos emitida en 1826 y la de un sol de plata en 1863, gracias a la Resolución Legislativa del 25 de febrero de 1825.
La unión de los peruanos, pese a que tenemos dos siglos de República, sigue siendo una lejana aspiración ciudadana aún muy lejos de ser realidad, aunque tengamos la obligación cívica de esforzarnos para que ella lo sea.
Con el correr de los tiempos, muchas cosas han contribuido a que la unión solo sea un anhelo y no la realidad. Por ejemplo, el alto número de razas que pueblan nuestro país, no es un hecho aglutinador pese a nuestra calidad de país multiétnico en que hay un crisol de razas que se mezclan y que constituye nuestro reconocido mestizaje.
El tener tres diferenciadas regiones naturales, a la que se suma el Mar de Grau, tampoco ha enriquecido el ansia por la unidad, ya que la costa, sierra y selva tienen características muy singulares las que dejan huella en los habitantes de cada región.
Los diversos golpes de Estado que hemos tenido en nuestra historia republicana tampoco han contribuido a la unión, sino a los enfrentamientos, dejando huellas profundas y negativas en nuestros compatriotas.
Las desigualdades entre los que más tienen con los menos favorecidos por la fortuna, tampoco contribuyen a la unidad, pero si a ello se le agrega la desesperanza de millones de peruanos que carecen de empleo y que tienen que agenciárselas para llevar el alimento a sus hogares, evidentemente el asunto asume notoria gravedad.
Los que no tienen empleo acusan a los que los podrían requerir de falta de generosidad, aunque olvidan que para que haya empleo se requiere confianza en el país a fin de que existan inversiones, pero ellas no se darán si crece la convulsión social particularmente contra las actividades mineras, cerrando los ojos a la evidente realidad de que ella da ingentes beneficios económicos al Estado, con los que se pueden hacer obras públicas y tener servicios óptimos para todos los pobladores de nuestro querido Perú.
No podemos olvidar las exhortaciones al odio y a la violencia, que principalmente vienen de antisociales agrupados en organizaciones no gubernamentales financiadas principalmente desde el extranjero. El veneno que fluye de sus labios, intelecto y corazones es enormemente dañino y a ellos deberían dirigirse las exhortaciones por la unión de los peruanos, recordando el viejo adagio en el sentido que “La unión hace la fuerza”.