Por: Arturo Bobbio C.
Con el anuncio de la postulación del ex Presidente Alberto Fujimori Fujimori a la presidencia de la república, han salido decenas de opinólogos intentando explicarnos a todos los peruanos del porque sería inconveniente o ilegal que se le dejará participar en la próxima contienda electoral, ellos ven un peligro nacional, en que el señor Fujimori nos exponga sus ideas y que nosotros libremente decidamos si le damos o no nuevamente la confianza para dirigir el destino de nuestra nación. Su postulación, como la de Antauro o cualquier otro ciudadano que desee postular a la presidencia, no lo convierte automáticamente en nuestro mandatario, ni siquiera lo convierte en presidenciable, ya que para ello necesita obligatoriamente del respaldo popular suficiente para lograr llevar a cabo una campaña electoral exitosa, que dé como resultado la victoria esperada para el candidato.
Estos opinólogos, sumados a un grupo minoritario de congresistas y periodistas ideologizados de tendencias fascistas de izquierda y derecha, intentan encorsetarnos a escoger dentro de un muy reducido menú de opciones electorales, como si los peruanos no fuésemos lo suficientemente inteligentes como para saber elegir bien a nuestras autoridades.
Esta mala utilización e interpretación antojadiza de las normas penales llevadas en un extremo a limitar los derechos electorales de las personas, son la expresión máxima de la perversión de quienes pretenden ganar en la mesa de un juzgado, lo que deberían conquistar en las urnas de una elección, buscan absurdamente limitar el libre albedrio de un ciudadano, recordemos un principio básico de derecho constitucional respecto al ejercicio de las libertades, las cuales tienen como límite el derecho de los demás, prevaleciendo como premisa que cualquier norma restrictiva o limitativa de derechos es abusiva y absurda en la medida que el daño colectivo por el ejercicio de la acción reprimida, no sea identificado plenamente, justamente las normas penales lo que buscan es que se sancione drásticamente a quien en uso de esas libertades cometen actos antisociales, la legislación punitiva no limita el acto, sino lo sanciona.
El tratarnos como analfabetas electorales y limitar nuestro abanico de posibilidades electorales, solo traerá consigo el disgusto de la población quien se verá orillada a votar por rabia, rencor o simplemente con desdén hacia la opción que les prometa destruir este sistema, que cada quinquenio los obliga a elegir sin ninguna esperanza ni fe, entre el cáncer y el sida.
En manos del congreso está el asegurar la mayor participación de candidatos en estas elecciones, limitar a quien sea será victimizarlo, las elecciones se ganan en las urnas y no con leyes señores.
