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Por Berit Knudsen / Choque de civilizaciones

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Por Berit Knudsen

Samuel P. Huntington, en su artículo “¿Choque de Civilizaciones?” de 1993 argumentó que las principales fuentes de conflicto en el mundo post Guerra Fría no serían ideológicas o económicas, sino culturales. Explica un mundo organizado en torno a civilizaciones, donde priman elementos culturales y religiosos. El cambio de paradigma presenta un panorama donde los Estados tienen menor significado que los vínculos culturales, con implicaciones en la política internacional. Hoy vemos cómo las alianzas y conflictos se definen más por la identidad y afinidad como civilización, que por ideologías políticas.

Huntington identifica civilizaciones como la occidental, islámica, sínica (China), hindú, ortodoxa, latinoamericana y africana; distinguidas por factores perdurables como la lengua, historia, religión, costumbres e instituciones; encontrando diferencias arraigadas entre ellas, muchas veces irreconciliables; englobando grandes regiones y diversos pueblos. A diferencia de factores políticos o económicos, las civilizaciones trascienden fronteras nacionales, abarcando grandes regiones y diversos pueblos. Estados de distintas civilizaciones compiten por el poder económico y militar, para controlar instituciones internacionales, promoviendo valores políticos y religiosos particulares.

El contexto actual de los conflictos globales y coaliciones refleja las predicciones de Huntington. La alianza entre China, Rusia e Irán puede parecer inconexa por las diferencias culturales y políticas. Sin embargo, la coalición se entiende por la lucha contra la hegemonía de la civilización occidental, liderada por Estados Unidos y Europa. China y Rusia representan a las civilizaciones sinica y ortodoxa respectivamente, con Irán, buscando ser una potencia regional en la civilización islámica; pero encuentran un terreno común en su oposición a lo que perciben como intervencionismo y dominación occidental.

La cooperación es multifacética. En el ámbito económico, China y Rusia colaboran a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta y Unión Económica Euroasiática, para crear un contrapeso frente a las instituciones financieras dominadas por Occidente. En el ámbito militar, Rusia e Irán colaboran en conflictos, desafiando los intereses occidentales. China fortalece sus lazos militares con Rusia, con ejercicios conjuntos, compartiendo tecnologías.

La identidad civilizacional trasciende fronteras nacionales y divisiones ideológicas. Mientras que en el siglo XX las alianzas y los conflictos se definían principalmente en términos de derecha e izquierda, hoy las lealtades culturales y civilizacionales juegan un papel más importante.

La globalización hace resurgir identidades civilizacionales por la interconexión económica y la migración, provocando que las identidades culturales se reafirmen ante la percepción de amenazas externas. La presencia China en África y América Latina se entiende como un objetivo para ampliar la influencia de la civilización sinica, compitiendo con occidente.

En Europa y Norte América, la reacción contra la inmigración y globalización se enmarca en un choque cultural. Los movimientos populistas muestran el rechazo a aquello percibido como erosión de valores culturales tradicionales frente a la influencia de otras civilizaciones.

El resurgimiento de identidades nacionales y regionales, como el Brexit en el Reino Unido o movimientos independentistas son parte de este fenómeno al interior de las propias civilizaciones. Estas corrientes justifican la protección de su identidad cultural distintiva frente a una homogenización impuesta por entidades supranacionales como la Unión Europea.

El planteamiento de Huntington sobre el choque de civilizaciones ofrece un marco para entender cambios actuales donde los conflictos y alianzas se centran menos en ideologías de derecha o izquierda que en identidades culturales y civilizacionales. Las coaliciones entre civilizaciones aparentemente inconexas desafiando la hegemonía occidental reflejan la primacía de la identidad en la política internacional. Este enfoque proporciona una perspectiva clave para analizar las dinámicas globales en un mundo bipolar, aunque culturalmente diverso, donde cada civilización deberá aprender a convivir con las demás.

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