Por Berit Knudsen
Venezuela sigue en el epicentro de una crisis política y humanitaria sin precedentes. Desde la llegada al poder de Hugo Chávez hace 25 años, el país experimenta una progresiva erosión de las libertades democráticas y un catastrófico deterioro económico. Esta compleja coyuntura política destaca los peligros de la democracia ante los obstáculos para realizar elecciones legítimas.
Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, sigue consolidando ese régimen autoritario con el que ejerce un férreo control sobre las instituciones del Estado. Las siempre cuestionadas elecciones y medidas represivas silencian a la oposición, perpetuando su mandato a costa de la democracia venezolana y también latinoamericana.
El control autoritario sobre los procesos electorales, inhabilitando candidatos opositores y manipulando leyes electorales, son obstáculos usados históricamente para frenar todo intento de competencia democrática con nuevos artilugios. La prohibición de la candidatura de María Corina Machado es solo un ejemplo reciente de cómo el autoritarismo ha silenciado a la oposición, socavando todo proceso electoral.
Expertos en derechos humanos han criticado la polémica ley contra el fascismo presentada por Maduro, por su vaguedad y potencial para censurar a la disidencia política con multas y penas de cárcel de hasta 12 años para quienes promuevan actos asociados. Esta ley intensifica la amenaza contra la libertad de expresión y participación política. Expresiones consideradas “abiertamente fascistas” como “hasta el final”, hacen clara referencia al lema de María Corina, ganadora de la primaria presidencial y su movimiento político Vente Venezuela.
El papel de la comunidad internacional en la crisis venezolana es complejo. Muchos han condenado enérgicamente las violaciones a los derechos humanos y la erosión de la democracia en Venezuela, otros optan por el silencio; mientras los países autoritarios respaldan a Maduro buscando perpetuar esta narco dictadura. Pero hoy, lideres de la coalición autoritaria como Gustavo Petro en Colombia y Lula en Brasil se pronuncian en contra de las acciones de Maduro.
Estados Unidos, duro crítico del régimen, que impuso sanciones económicas y diplomáticas por violaciones de derechos humanos hoy muestra una política exterior hacia Venezuela variable. Desde el incumplimiento del Acuerdo de Barbados Joe Biden debería reestablecer el embargo, pero, en medio del proceso electoral norteamericano, Biden parece estar más preocupado por el problema de la inmigración venezolana que suma casi 8 millones, sin entender que un gobierno democrático podría detener ese proceso.
La Unión Europea y otros actores internacionales expresan su preocupación por la situación en Venezuela, pero con acciones poco contundentes. Algunos imponen sanciones selectivas contra funcionarios venezolanos, pero otros, como Pedro Sánchez en España, mantienen un diálogo abierto con el régimen. Esta falta de cohesión en la comunidad internacional debilita los esfuerzos para abordar la crisis venezolana de manera efectiva.
Mientras Venezuela enfrenta a una crisis política y económica cada vez más profunda, es crucial que la comunidad internacional adopte una postura unificada y firme en defensa de la democracia y los derechos humanos. Unas elecciones legítimas y transparentes son fundamentales para la salida pacífica y democrática de la crisis venezolana. Mientras el régimen de Maduro continúe obstaculizando el proceso democrático y reprimiendo a la oposición, el futuro de Venezuela seguirá siendo incierto y preocupante.
La crisis venezolana representa un gran desafío para la democracia y los derechos humanos en la región. La manipulación electoral, represión política y falta de voluntad del régimen de Maduro para restaurar la democracia hace imperativo que la comunidad internacional aumente la presión sobre el gobierno venezolano, apoyando todo esfuerzo para una transición democrática. El pueblo venezolano merece vivir en libertad y democracia, pero es responsabilidad de la comunidad internacional levantar la voz de protesta evitando que el autoritarismo siga inundando nuestra región.
(*) Politóloga y comunicadora