Por Berit Knudsen
El dólar estadounidense se consolidó como moneda aceptada y reconocida globalmente a fines de la Segunda Guerra Mundial, por factores históricos, económicos y políticos, manteniendo su posición dominante a pesar de la competencia con otras monedas.
Con el acuerdo de Bretton Woods se establece como moneda de reserva mundial en 1944. Su valor se equiparó con el oro, vinculándose con otras monedas, logrando estabilidad y confianza en el sistema financiero global. En 1971, Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro –Nixon Shock–, marcando la transición a tipos de cambio flotantes, pero la fortaleza económica norteamericana le permitió conservar su estatus.
Un hecho importante fue el acuerdo de los “petrodólares” firmado en 1974 entre Estados Unidos y Arabia Saudita, estableciendo el uso exclusivo de dólares en las transacciones petroleras. Arabia Saudita invertiría sus ganancias en bonos del Tesoro, además de bienes y servicios norteamericanos, consolidando una demanda constante mundial.
Durante la crisis financiera de 2008, muchos inversores buscaron refugio en activos en dólares, fortaleciendo su posición; tendencia convertida en constante durante situaciones de incertidumbre donde los capitales recurren al dólar buscando seguridad.
El dólar ha sido desafiado por otras monedas sin éxito. En 1999 el euro parecía una amenaza, pero la falta de voluntad política para fortalecer la unión financiera y la crisis de deuda de 2009, frenaron su avance. Actualmente, el euro participa por debajo del 20% en las reservas mundiales de divisas.
El renminbi chino intentó posicionarse como alternativa al dólar en 2010, buscando internacionalizarlo, pero las políticas restrictivas del gobierno y falta de confianza en la estabilidad china limitaron su adopción logrando menos de 3% de las reservas mundiales de divisas. China busca promover su moneda en el comercio internacional, con cierto éxito inicial en transacciones bilaterales directas, pero subsiste la ausencia de confianza de los inversores.
Las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Irán, Corea del Norte y Rusia, y las divisas rusas congeladas tras la invasión de Ucrania en 2022 generan preocupación internacional, llevando a los bancos centrales a cuestionar la seguridad de las reservas en dólares, buscando alternativas para evitar bloqueos en caso de conflictos con Washington.
Los BRICS, originalmente compuestos por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, buscan reducir la dependencia del dólar, explorando alternativas. El enfrentamiento contra occidente y preocupaciones sobre la seguridad de las reservas en dólares y la volatilidad política de Estados Unidos los impulsa a diversificar sus reservas, fortaleciendo el comercio bilateral en sus propias monedas.
En junio de 2024 expiró el acuerdo de los petrodólares y Arabia Saudita decidió no renovarlo, poniendo fin a la venta de petróleo exclusivamente en dólares, debilitando esta moneda en el comercio internacional. Además, como miembro de los BRICS desde 2024, la relación de Arabia Saudita con China y Rusia reduce la dependencia.
La disminución del comercio internacional en dólares, en especial del sector petrolero, podría limitar la capacidad de Estados Unidos para imprimir dinero y financiar su deuda nacional; pero el dólar seguirá siendo una moneda fuerte por muchos años, aunque su monopolio en el comercio global sea desafiado.
Las sanciones, con el dólar como herramienta, desencadenan la búsqueda de alternativas hacia un sistema financiero multipolar, con coaliciones como los BRICS enfrentando al dólar para arrebatarle el poder económico, modificando el orden mundial.
La historia del dólar como moneda hegemónica demuestra estabilidad y resiliencia, pero las recientes acciones de Estados Unidos y la creciente cooperación de nuevos bloques económicos indican que el dólar no es inquebrantable. El mundo se mueve hacia un orden financiero diversificado.