Por: Dennis Falvy
Barney Jopson nos cuenta que un puñado de manifestantes antiturismo rociaron a los visitantes de Barcelona con pistolas de agua durante una manifestación este mes, ahuyentándolos de las terrazas de los restaurantes.
A medida que las imágenes del asalto acuático llegaron a la prensa de Estados Unidos, China y Australia, y desencadenaron una crisis de marca para la ciudad española, los pistoleros fueron condenados por ejecutivos de turismo por ahuyentar a los visitantes.
«La gente está cabreada», dice Martí Cusó, quien ayudó a dirigir la marcha de protesta de 3.000 personas.
«Es normal que si lo que está más cerca de ti es un hotel, o turistas en una terraza, entonces la infelicidad se canalice hacia ellos».
La reacción contra el turismo, sin embargo, se extiende mucho más allá de Barcelona.
Europa ha sido apodada el museo del mundo, y el Mediterráneo ha prosperado como su balneario.
Los países europeos recibieron 709 millones de visitantes internacionales el año pasado. En algunos países, la masa de buscadores de placer ha crecido tanto que, desde Venecia y Ámsterdam hasta Lisboa y la isla griega de Santorini, la paciencia de los lugareños se ha roto.
España recibió 85 millones de viajeros extranjeros el año pasado. Los residentes se quejan de que la vivienda se ha vuelto inasequible, el transporte público se está derrumbando, los centros urbanos medievales están siendo «disneyficados», los suministros de agua se están agotando y el comportamiento antisocial está muy extendido.
Los británicos borrachos practican el «balconing», la actividad potencialmente mortal de trepar entre los balcones o saltar de ellos a una piscina.
Muchos dicen ya basta.
En los últimos tres meses, las protestas contra el turismo han atraído a 56.000 personas en las Islas Canarias y a 10.000 personas en la isla de Mallorca, donde los lugareños se levantaron temprano para «ocupar» una de sus playas más instagrameadas.
Ha habido manifestaciones en Sevilla, en San Sebastián e incluso en el barrio madrileño de Lavapiés, una de las capitales europeas más en boga.
La palabra del verano aquí es «turismo-fobia».
La responsabilidad recae en la industria del turismo y en los gobiernos que han permitido que la industria haga lo que quiera», dice, un sentimiento del que se hacen eco otros manifestantes.
La furia puede convertirse en una fuerza de renovación, y no en una fuerza de desestabilización.
Al fin y al cabo, rechazar un sector que es el alma económica de muchos lugares es peligroso.
A lo largo de seis décadas, la industria se ha convertido en un motor de empleos y ganancias.
Ha elevado a España a la cima de los países ricos y representa entre el 12 y el 13 por ciento del PBI, pero un eslogan en las Islas Canarias resumía un sentimiento común: «Turismo, sí.
Pero no así». Ya hay un índice de irritación.
El post es inmenso y de lectura importante pues aquí en el Perú que ni siquiera llegamos a unos 5 millones el sector está descuidado, sin liderazgo, confundido, mal asignado por el gobierno y tiene enormes posibilidades de crecer sin mal tratos a los lugareños.
Ver: https://www.ft.com/content/de15a5a3-941d-4da0-b928-3da70b6e31ac