Por Jaime Freundt
En el corazón de nuestra historia como peruanos, hay una verdad simple pero poderosa: “Todos luchan por ser el padre de la criatura, cuando lo que realmente importa es que nazca.” En esta frase se encapsula el espíritu de nuestras luchas políticas y sociales, y al mismo tiempo, el obstáculo que nos impide avanzar hacia un futuro compartido.
En medio de las disputas y las ambiciones personales, a menudo olvidamos lo esencial: no se trata de quién recibe el crédito, sino de que el cambio ocurra.
Nos encontramos en una encrucijada donde lo urgente es más que una mera cuestión de reconocimiento; y es la acción, un compromiso genuino con el bienestar del Perú.
“El verdadero liderazgo no busca el protagonismo, sino el bienestar de su pueblo”. El futuro de nuestra nación no puede nacer de la división, o la rivalidad que, como sombra, intenta oscurecer los caminos que aún no hemos recorrido. Si hemos de hacer que el Perú mejore, debemos desprendernos de la necesidad de protagonismo.
La metáfora de la “criatura” nos invita a mirar más allá de las vanas luchas por la paternidad del progreso. La criatura es el Perú que todos soñamos, un país en el que los frutos de nuestra colaboración y esfuerzo colectivo permitan que cada uno prospere, sin importar quién llevó la bandera más alto. Lo realmente valioso no es quién siembra, sino lo que florece de esa semilla.
“En la unión nace la verdadera fuerza de una nación”. La historia no recuerda los nombres de aquellos que clamaron por la relevancia personal, y sí lo hace en los que forjaron las grandes transformaciones. No somos rivales en la búsqueda del progreso; somos aliados en la construcción de un futuro que aún está por nacer.
El Perú, en sus múltiples rostros y paisajes, necesita que dejemos de lado las divisiones y elijamos trabajar hombro a hombro.
El verdadero legado no se construye en la soledad del ego. Es momento de que todos los que luchamos por un Perú mejor nos desprendamos de nuestras diferencias y miremos hacia adelante.
En este preciso instante, cuando las esperanzas se entrelazan con las necesidades urgentes, debemos preguntarnos: ¿cómo podemos contribuir al nacimiento de un Perú más justo, más próspero? La respuesta no está en la búsqueda del crédito, sino en las acciones que hoy, sin esperar aplausos, pongan los cimientos de ese futuro.
El nacimiento de un Perú mejor comienza con acciones, no con palabras, sabiendo que lo significativo es el impacto en la vida de cada peruano y no el reconocimiento en la historia.
El reto está lanzado, el futuro nos convoca. Dejemos de lado las vanidades, y con determinación, pongámonos la camiseta para hacer nacer, finalmente, ese Perú que todos soñamos, ese país que, más allá de los nombres, anhelamos construir juntos.
