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sábado, noviembre 23, 2024
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Por Javier Valle Riestra / Militarismo versus civilismo

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JAVIER VALLE-RIESTRA

Muchos se preguntan ¿Cómo se construye un partido político? Lamentablemente, hoy en el Perú, se cree que con reunir firmas en un padrón con cientos de hojas y presentarlo ante la autoridad electoral ya nace un Partido; pues bien, eso será el formalismo burocrático, pero nadie conoce la doctrina, el pensamiento y los ideales del líder o fundador, ni dónde están esos partidarios. Incluso, buscan adhesiones con un polo, lapicero o bebida gaseosa. Son, como he dicho antes, etiquetas en botellas vacías. Por eso hay deserción y transfuguismo. Usan el Partido o movimiento para alcanzar el poder y terminado el conteo de las elecciones renuncian sin ninguna vergüenza. Ejemplos de traidores y tránsfugas sobran. El historiador Hugo Vallenas relata un hecho trascendental en la vida política acontecido el 23 de mayo de 1923:

“Lima [ese día] estuvo conmovida por la protesta multitudinaria contra una Consagración de la Nación al Corazón de Jesús, de amargo sabor político y de ocultas ambiciones dictatoriales. Lideraron la protesta la Federación de Estudiantes del Perú y las Universidades Populares, esta última organizada y codirigida por obreros y estudiantes. El triunfo de ese movimiento, que costó las vidas de un obrero, Salomón Ponce Ames, y un estudiante, Manuel Alarcón Vidalón, marcó un cambio de época en la política peruana”.

Efectivamente, en esa fecha hace su aparición una alianza obrero estudiantil de trabajadores manuales e intelectuales, convocada y liderada por el joven Víctor Raúl Haya de la Torre; como consecuencia de esas marchas opositoras al régimen,  Augusto B. Leguía lo persiguió, encarceló y deportó, porque Haya, por entonces, representaba una fuerza huracanada que conoceríamos después Esa alianza obrero estudiantil será el antecedente y las bases del movimiento que fundó un año después, en México (7 mayo-1924), el APRA, mi partido que hoy, después de un siglo, sigue vigente.

                                                           II

Insisto en recordar que en el Perú del siglo XIX, después de una larga anarquía y sucesivos despotismos y gobiernos militaristas por más de cincuenta años (1821-1871), nació el primer partido político: el Partido Civil, como reacción a las arbitrariedades y excesos cometidos durante el gobierno del coronel José Balta (1868-1872); por sus actuaciones extralegales ilimitadas y antidemocráticas, incluso, se proponía que nepóticamente Francisco Balta, hermano del mandatario, lo sucediera en el poder.

Las reuniones fundacionales del civilismo fueron entre 1870 y 71. Comenzó con un centenar de personas, según testimonio de Paulino Fuentes Castro (Ver Carlos Miró Quesada en “Autopsia de los Partidos Políticos”, Lima 1961). Manuel Pardo renunció a la Alcaldía de Lima, en octubre de 1870, para impulsar el partido Civil.

Los diarios como “El Comercio” y “El Nacional” apoyaron al nuevo partido. Desde la otra orilla, el diario “La Sociedad”, clerical y vaticanista, acusaban a Manuel Pardo de pertenecer a logias masónicas tildándolo de impío y hereje. Se dijo que el clero era Baltista y Pierolista. El civilismo era, más bien, un partido liberal. Con el civilismo nacía, así, un interés de llegar a todos los estratos sociales.

Se ha dicho que Manuel Pardo fue más que un caudillo un hombre que deseaba una revolución pacífica, pero las circunstancias hicieron que esa revolución fuera sangrienta. El mismo Pardo terminó asesinado en la puerta del Senado (1878) a manos del sargento Montoya.

Muchos movimientos y partidos perecieron con la muerte de su fundador, mientras que el “Partido Civil” significó asumir los caracteres de un planteamiento ideológico, de una armazón doctrinaria que tuvo como norma: el gobierno civil, el respeto a la ley, la ordenación jurídica del Estado, y la vida de la libertad dentro del orden. Las ideas fundacionales y el practicismo del civilismo sobrevivieron a sus fundadores. Esa es la esencia de los partidos políticos.

                                                      III

Con el civilismo nacía, así, un interés de llegar a todos los estratos sociales. Se ha dicho que Manuel Pardo fue más que un caudillo un hombre que deseaba una revolución pacífica, pero las circunstancias hicieron que esa revolución fuera sangrienta.

El mismo Pardo terminó asesinado en la puerta del Senado (1878) a manos del sargento Montoya. Muchos movimientos y partidos perecieron con la muerte de su fundador, mientras que el “Partido Civil” significó asumir los caracteres de un planteamiento ideológico, de una armazón doctrinaria que tuvo como norma: el gobierno civil, el respeto a la ley, la ordenación jurídica del Estado, y la vida de la libertad dentro del orden. Las ideas fundacionales y el practicismo del civilismo sobrevivieron a sus fundadores. Esa es la esencia de los partidos políticos.

Ante las noticias que dan cuenta de la próxima inscripción de más de cuarenta Partidos políticos, incluso ocho congresistas en funciones pretenden fundar su propio partido y algunos se autoproclaman candidatos presidenciales, sin siquiera tener un respaldo partidario, es que llamo a la reflexión de este carnaval de Partidos que en el fondo es una farra crematística para la inscripción de candidatos en las próximas elecciones para el Parlamento o a las alcaldías y gobiernos regionales.

Este caos demuestra que no tenemos comunión de ideas nacionales, ausencia de identidad peruana, de pensamiento y objetivos claros. Todos se creen los mesías, los salvadores, los únicos. Coincido con Carmen McEvoy, seguimos siendo una República agrietada, pero las diferencias cada vez son más radicales.

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