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domingo, noviembre 24, 2024
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Por Jorge Hugo Álvarez / Un llamado a la racionalidad gubernamental

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JORGE B. HUGO ÁLVAREZ

En el mundo, cuando emergen sentimientos nobles, sensatos y perspicaces, la racionalidad va por buen camino. En tiempos de ansiedad e incertidumbre política, se requiere escuchar liderazgos extraordinarios de hombres y mujeres excepcionales. En Perú los hay. No obstante, no se valora la inteligencia serena. Peor aún, no se respetan los derechos fundamentales del ciudadano.  De allí, el llamado a la racionalidad gubernamental y a la rebeldía del pueblo peruano.

La mejor manera de graficar esta realidad está en el rechazo masivo a la clase política. Entonces, nos preguntábamos: ¿Ahora en quien creer y para que creer?  “Creo en la democracia como un sistema de libertades y tolerancia. También en el crisol del llamado a la racionalidad del pueblo peruano”, al decir de la jurista peruana, Betty Silveria Huarcaya Ramos, expresadas en una conferencia para jóvenes universitarios.

Impactado por esta exhortación, sentí un impulso abrumador por fomentar la racionalidad, la inteligencia, la paz, la concordia y el amor por nuestra Nación. Pero también, al mismo tiempo, una desilusión.   Pues, descubro que contamos con tantas mujeres inteligentes, innovadoras y capaces de aportar significativamente al bienestar de nuestro país. Sin embargo, son ignoradas o incluso relegadas por otras que cuentan con padrinos encumbrados, a puestos más influyentes.

Así, la mediocridad se eleva a niveles más altos del poder y el pueblo debe pagar caro, los magros resultados de una ineficiente gestión gubernamental. Por ende, se corre el peligro que aquel malestar puede explotar y encausarse por vías poco pacíficas o violentistas. No es lo deseable y, como tal, debe ser rechazado. ¿Pero, si la protestad es incontenible? Estamos ante un serio problema.

  La fuerza bruta siempre atrae a los truhanes, picaros y embusteros.  De allí la invocación a la racionalidad de los actos de protestas y los actos de respuestas por parte del gobierno. Defender la democracia es defender la justicia social y la equidad con una pasión que trasciende los límites de la racionalidad humana. No olviden los ultras que las razones de la humanidad, limitan las razones de Estado. No es una voz que clama sola en el desierto, sino una luz de esperanza en la penumbra de la indiferencia. El ciudadano como ser humano, es un fin en sí mismo, nunca un medio.

  Así, en el firmamento de la legalidad, la justicia se entreteje con la ética y la moral. En tal sentido, debemos hacer un llamado a la racionalidad gubernamental y del pueblo en las protestas.  Seamos baluartes de los principios que moldean una sociedad más equitativa y humana. Guardianes incansables de un ideal, de un sistema legal que no solo arbitra, sino que también ilumina y guía. Enfrentemos a los paradigmas que desestima la humanidad en favor de la rigidez burocrática.

   En un país donde la ambición a menudo eclipsa la integridad, debemos mantenernos firmes en nuestras convicciones.  El culto a la fuerza es siempre, en mi opinión, el culto al bruto.

(*) Abogado penalista y analista político.

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