Óscar Valdés Dancuart
Las medidas disruptivas y los cambios radicales han funcionado en varios países como ofertas electorales muy efectivas y que eran esperadas por un electorado cansado de tanta criminalidad, corrupción y desgobierno.
Una disrupción es una rotura o una interrupción brusca, según la Real Academia Española (RAE), y en el ambiente político la podríamos asimilar como romper la inercia a la que nos ha llevado nuestro sistema de gobierno, por parte de nuestras autoridades, que siempre tratan de mantener el statu quo y sus privilegios, así como su cuota de poder. Aunque este proceder sea dañino para Perú y sus habitantes.
Los cambios radicales vienen luego o junto con la disrupción y se trata de hacer transformaciones profundas de procesos, procedimientos y conductas de nuestra sistema político, social y económico.
La gran pregunta que nos debemos hacer es si nuestro país necesita estos tipos de disrupciones y cambios radicales, ¿tan mal estamos? El hecho de que la inseguridad ciudadana haya desbordado al gobierno nos faculta a decir que todo está mal. Acaso los peruanos no tenemos la mejor política monetaria de Latinoamérica o de repente del mundo con el actual presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, y su equipo. Acaso nos tenemos una tierra rica en minerales polimetálicos, un mar extraordinario en recursos hidrobiológicos y una biodiversidad en nuestra Amazonía que es envidiable por el mundo. ¿Todo está mal?, tan pesimistas debemos ser. ¿Acaso, no hay nada rescatable, nada que mejorar?
Creo que debemos preguntarnos si vemos el vaso medio lleno o medio vacío y por lo tanto no intentar romper el vaso, sino proceder a llenarlo como se debe.
Hay políticos que aspiran a gobernar el país y que quieren cambios radicales en el sistema de justicia como imponer la pena de muerte y fusilar a los exmandatarios, homosexuales, etc., y desnaturalizar nuestros tratados internacionales para recuperar territorios que fueron peruanos en el pasado, sobre esto ultimo tendríamos que enfrentarnos a varios países fronterizos con los cuales perdimos territorios desde 1826 a la fecha.
Hay otros políticos de izquierda que aspiran cambios radicales como nacionalizar los recursos naturales y regresar al Estado Empresario que tantos problemas nos dio en el pasado.
Finalmente, los peruanos antes de ofrecer estos cambios radicales y disrupciones debemos analizar fría y profesionalmente, ¿cuál es la situación del país?, ya que en los últimos treinta años, gracias al régimen económico de nuestra constitución de 1993, gozamos de estabilidad económica y disminuimos sustancialmente la pobreza hasta en un 20 %, aunque luego de la pandemia hemos vuelto a las tres decenas, porque no somos la Argentina de Milei ni El Salvador de Bukele, y si bien es cierto tenemos problemas graves como la inseguridad ciudadana, la minería ilegal, el narcotráfico y la corrupción, estamos a tiempo de llenar el vaso aplicando la ley y sancionado a los infractores con todo su rigor, pero sin la necesidad de romper el vaso de la vida nacional. Necesitamos un buen Gobierno que tenga la sabiduría de encontrar las soluciones a estos estructurales problemas.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros