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Por Ricardo Sánchez Serra / Orban, por Hungría, por Europa y por la paz

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Ricardo Sánchez Serra

Hungría ha asumido la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea hasta el 1 de diciembre de 2024, bajo el lema «Make Europe Great Again»: «Hacer que Europa vuelva a ser grande». El distintivo adoptado para esta gestión es el cubo de Rubik, símbolo de la creatividad húngara.

Entre sus prioridades se encuentra enfrentar a retos comunes, como la guerra en Ucrania, la Unión Europea está cada vez más rezagada con respecto a sus competidores mundiales, a la fragilidad de la situación de seguridad, a la migración ilegal, a la vulnerabilidad de las cadenas de suministro internacionales, elaborar una política agrícola cercana al agricultor, a las catástrofes naturales, a los efectos del cambio climático y al impacto de las tendencias demográficas.

Sin duda un reto enorme para tan corto tiempo. ¿Por dónde empezar?

Todos los graves problemas que aquejan a Europa son por involucrarse en una guerra que no es la suya y que deriva en el crecimiento de la inflación, recesión, inseguridad y descontento de la población, reflejado no solo en las protestas callejeras, sino en las elecciones apoyando cambios en sus gobiernos y posturas de paz.

Clarividente, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, empieza la Presidencia del Consejo Europeo visitando Kiev y Moscú, con propuestas de paz. En el gobierno de su país, pretende, asimismo, rescatar los valores occidentales, los cuales fueron olvidados por Europa, como la defensa de la vida y de la familia. Además de ello, por ser liberal y nacionalista y no creer en el multiculturalismo, ni en el globalismo, lo califican de ultraconservador y hasta de euroescéptico. Está claro que quiere a su país y un resurgimiento de Europa sin guerras.

Para muchos de los actuales gobernantes de Europa, que no les llegan a los zapatos a estadistas como De Gaulle, Churchill, Adenauer, De Gasperi, Schuman, Havel o Monnet, o incluso de Estados Unidos, a personajes como Roosevelt, Reagan o Eisenhower, la actual hornada, representa el ocaso de Occidente, jalifas que nadie los recordará en la historia, guerreristas que solo piensan en sí mismos, al unísono, critican y censuran el viaje con la bandera de la paz de Orban, que sí es un estadista a carta cabal y que sí será recordado.

Para estos blandengues y frágiles mandatarios occidentales -que han olvidado las lecciones de las guerras mundiales que azotaron con crueldad su región-, al igual que los liliputienses políticos Stoltenberg, von der Leyen, Mamer, Jean-Pierre, Michel, el increíble y antítesis de “diplomático” el belicista Borrell, las palabras, prudencia y paz, no están en su diccionario, es más están desprestigiadas, por ello los reproches a Orban -con la honrosa excepción del primer ministro eslovaco, Robert Fico- que como jefe de Estado de su nación, es soberano en sus decisiones, y puede viajar a donde le plazca y decir lo que quiera.

“Tenemos una postura distinta a la mayoría de la Unión Europea. Queremos paz. Este es nuestro desafío de cómo aprovechamos las chances para la paz”, le dijo Orban al cómico Zelenski, que finge hoy como presidente de Ucrania, cuando su mandato terminó el pasado 20 de mayo y que basa su representación en una Ley Marcial, que es de inferior rango que la Constitución ucraniana.

Hay que destacar que el viaje de Orban, como presidente del Consejo de Europa, fue primero a Kiev “porque la paz es un tema importante. La guerra que están viviendo tiene un impacto muy fuerte en la seguridad de Europa”, indicó el líder húngaro, proponiendo un alto al fuego y luego iniciar las negociaciones y que podría acelerar el fin de la guerra. Difícil propuesta, de antemano rechazada por Kiev y vista con recelo por Moscú (por los reiterados engaños de Occidente: ampliación de la OTAN, Acuerdo de Granos, negociaciones de Estambul).

Además, hay temas pendientes entre Hungría y Ucrania, por los ucranianos de origen húngaro y los húngaros que viven en la región de Transcarpatia (formó parte de Hungría desde el siglo X hasta 1918), que se estima en unas 200 mil personas. “La reunión era necesaria. Hay muchos asuntos entre nuestros países que necesitan ser resueltos y que también discutimos en años anteriores”, dijo Orban.

Como paréntesis debo mencionar que mientras Europa se repartió África en la Conferencia de Berlín en 1885, en forma irresponsable y sin el criterio poblacional, más que la prepotencia colonial y cuyas consecuencias (divisiones artificiales y conflictos internos) aún se sufren hoy, de la misma manera, la entonces Unión Soviética colocó regiones europeas en diversos países, sin tomar en cuenta el criterio histórico y poblacional, como la propia Transcarpatia, Galitzia, Bucovina, Besarabia, Hertsa o Prusia, entre otros.

El caso de los húngaros de Transcarpatia, sobre el cual la prensa calla, es particular. Los sucesivos gobiernos nacionalistas ucranianos han desarrollado una política de superioridad étnica, por ello el actual conflicto por el Dombás -que mató a 14 mil personas 2014-2022- y otras regiones como Crimea, tratando de suprimir las tradicionales cultura e idioma rusos, violando los acuerdos con Rusia, Minsk I y Minsk II.

La arbitraria repartición soviética hizo que los húngaros de muchas provincias de la Hungría histórica, pasaran a convertirse en extranjeros en su propia tierra. Medios de prensa y los nacionalistas ucranianos ven a los húngaros de Transcarpatia, como separatistas, sin serlo (también sufrieron vejámenes y discriminación por lengua y cultura, en la época soviética por parte de los comunistas ucranianos).

En el año 2017, el Parlamento ucraniano aprobó la Ley de Educación que impuso el idioma ucraniano en la educación primaria, violando el Tratado con Hungría de 1991, que reconocía derechos a la minoría húngara de Ucrania, como lengua, religión, tradiciones y cultura, y cierta autonomía. La protesta húngara -que incluía bloqueo en el acercamiento de Ucrania a la UE y la OTAN- no se hizo esperar, por lo que al año siguiente se aprobó una moratoria de la citada ley hasta el 2023. Asimismo, hubo problemas en los temas de pasaporte y la instalación de una base militar en Transcarpatia. No es un secreto que los húngaros de esa región son utilizados como carne de cañón en la guerra contra los rusos.

La desconfianza aumenta porque Hungría se ha negado a proporcionar armas a Ucrania, aunque sí otorga ayuda humanitaria. Y se opone al boicot al gas y petróleo ruso, porque para Orban prima el interés de su país. Allá otras naciones sancionadoras que perjudican a su propio país y población, al comprar los hidrocarburos con precios exorbitantes y sufren de inflación y recesión. Por ello, Orban no debe ser considerado como prorruso, sino como prohúngaro.

Zelensky no quiere la paz, incluso aprobó una ley que prohíbe la paz con Rusia y la Unión Europea impide los contactos oficiales con Moscú. Aún así, el viaje a Kiev y a Moscú del presidente Viktor Orban hay que verlo sin anteojeras. Un viaje de buena voluntad, en misión de paz, incomprendido por un mundo dividido ideológicamente, en una Europa guerrerista que engaña a su población justificando excesivos gastos militares, haciendo creer que después de Ucrania los rusos no pararán hasta Lisboa. El Gobierno húngaro quiere evitar que Europa entre en guerra con Rusia. Y lo importante es que existe un país europeo que puede servir de puente con Moscú.

(*) Premio mundial de periodismo “Visión Honesta 2023”

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